En la sierra de Atapuerca, un conjunto montañoso situado al norte de Ibeas de Juarros, en la provincia de Burgos (Castilla y León, España), declarado además Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 2000, se encuentra el yacimiento más importante del mundo para conocer la Evolución Humana en Europa.
Allí se han descubierto importantes restos fósiles, entre ellos los del “Homo antecessor”, una nueva especie humana; y en las últimas excavaciones del año 2002, en el yacimiento de Barranco León, en Orce (Granada), se hallaron lo que ahora se ha confirmado como el resto de homínido más antiguo de Europa Occidental. Estudios
realizados a los fósiles encontrados la denominada “Sima de los Huesos de Atapuerca”, por los paleoantropólogos Antonis Bartsiokas y Juan Luis Arsuaga, apuntan a que los antecesores del Homo Sapiens hibernaban. Sí, aunque la idea de que los seres humanos puedan experimentar un estado hipo metabólico análogo a la hibernación, pueda parecer de ciencia ficción, es posible. Este proceso utilizado por mamíferos y primates muy primitivos, sugiere que la base genética y la fisiología de tal hipo metabolismo, podrían conservarse en muchas especies de mamíferos, incluidos los humanos. Tras analizar muestras fósiles de 400.000 años de antigüedad, que
corresponden a homínidos ancestros de los neandertales, los científicos hallaron daños en los huesos, similares a los vistos en otros animales con la capacidad para hibernar, como los osos negros. Sin embargo, estos fósiles presentaban: hiperparatiroidismo, osteítis fibrosa, raquitismo, déficit de vitamina D, patologías asociadas a la ausencia prolongada de luz solar, una desnutrición producto de la vejez o a un estado de hibernación malogrado, ya que, a diferencia de los animales, nuestros antepasados no eran capaces de almacenar grandes reservas de grasa. Los homínidos que vivieron en la Sierra pertenecientes al Homo Heidelbergensis probablemente, vivieron una era glacial dónde es probable que tratando de sobre llevar lo peor del invierno, hibernaron para sobrevivir al frío y a la escasez de alimento, pese a que sus organismos no estaban preparados para semejante periodo de inactividad como los osos. Si bien son varias las posibilidades que pudieron generar los daños corporales, los científicos señalan que también encontraron esas patologías en los restos óseos de homínidos más jóvenes y adolescentes.